28/9/10

ACERCA DE LA MUJER CON LAS PIERNAS DESNUDAS CRUZADAS EN EL PISO por Giselle Joandet

Omar y Luisa veían una película antigua en blanco y negro. Las mujeres jóvenes lucían el cabello muy corto, a Luisa le hubiera gustado llevarlo así, y pensaba en eso mientras Omar acomodaba los almohadones debajo de sus cabezas. Ella tenía los pies al descubierto y planeaba tapárselos, Omar comía helado de crema directamente del pote, cuando Luisa gritó.
El alarido traspasó la ventana del cuarto, erizó el pelaje de la gata y atormentó a las personas en la calle. A Omar se le volvió el cabello blanco en quince segundos y los vidrios de la casa se humedecieron.
Había una mujer con las piernas desnudas cruzadas en el piso. Las extendía hacia delante, con la pantorrilla izquierda sobre la pierna derecha, mirándose la punta de los pies. Los brazos le caían a los costados, presa de un cansancio extremo. Vestía camiseta blanca y ropa interior. Luisa relataba lo que tenía enfrente con los ojos desorbitados, repetía: -Ella salió del río, está chorreando-. Pero Omar sólo encontraba una mancha de humedad con forma de conejo, donde Luisa señalaba, y el resto era una pared vacía. Para él estaban solos en el cuarto. Luisa se tapó la cara con las manos y hamacó su cuerpo como en una mecedora.
De pronto se compuso y marchó en línea recta hasta la mancha del conejo. Allí se había formado un charco que se extendía por la alfombra, Omar se preguntó por dónde entraba el agua, porque era consciente de que no llovía. Luisa se puso en cuclillas y pasó la mano por una mejilla invisible. –No te tengo miedo, no, no, lo arreglaremos. Hay lugar. Ni siquiera va a notarlo-, dijo y miró a Omar de soslayo. Volvió a la cama caminando despacio y se acostó dándole la espalda.
A la mañana siguiente negó todo el acontecimiento, cuando Omar le enseñó la alfombra mojada, argumentó que habría una gotera y que dormidos no habían escuchado llover.





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