11/12/09
Visitas
La mujer acercó la cara a la nariz de Virginia, sus ojos eran redondos y grises. Virginia abrió los suyos lo máximo que pudo, pensó si se trataba de una lechuza. La habitación olía como un armario cerrado.
-Hay fantasmas en el cuarto- comentó más tarde a David, mientras untaba de manteca una tostada.
-Lo habrás soñado- respondió él, amablemente.
El día que siguió, al abrir los ojos, no era sólo la anciana de cara pequeña y ojos gigantes la visita, había otras personas a los costados, como gallinas amontonadas en un corral.
- Queremos un número- exigieron.
- No es mi horario de trabajo –replicó Virginia, mostrando fastidio y desasosiego.
- La señora está embarazada – dijo un hombre enojado- tiene que pasar primero.
- Totalmente de acuerdo-, respondió Virginia, hablando bajo para no despertar a David.- pero es que esta es mi casa, ustedes no tienen que estar acá y yo no estoy trabajando.-
-Un contrato es un contrato- explicó el mismo señor- queremos un número para que nos reparen las alas.
-Yo trabajo con celulares, reparación técnica.- se excusó ella.
-Danos un número, recepcionista- dijo despectivamente otro sentándose a los pies de la cama.
-Voy a dejar mi trabajo- anunció a David por la mañana. -Me exige demasiado.
-Me parece bien- respondió él y se sirvió jugo de naranja.
Giselle Joandet
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario